martes, 30 de abril de 2013

El mejor guion jamás escrito para unos dibujos animados

Buscando algo decente que ver en la televisión, mis compañeros de piso y yo nos topamos con una de las series favoritas de nuestra generación: Dragon Ball Z. Sí, la serie que nos maravilló de niños, que nos parecía perfecta, insuperable, imperecedera. Pero ahora ya no lo era tanto. Ahora era monótona, lenta... e incluso ridícula. Cosas de hacerse mayor, concluimos. No tardamos en rememorar cuáles eran las mejores series de la infancia. Cuáles, al igual que con Dragon Ball, nos parecieron obras maestras en su día: Gárgolas, La vuelta al mundo en 80 días, Patoaventuras, Digimon...

Todas ellas maravillosas y únicas. O al menos eso creímos. Y también creímos que nos gustarían para siempre. Pero todos crecemos y pronto dejamos de disfrutar de los dibujos animados que adorábamos de niños. ¿De todos?

No.

Permítanme presentarles una serie de dibujos animados perfecta. Una por la que no pasan los años. Una que los niños adoraban por su iconicidad y ritmo trepidante, una que los adultos amaban por su potencial dramático y profundidad de personajes. Una serie que me he permitido el gustazo de revisitar y que, creánme, he disfutado más con 23 años que cuando tenía 6.

Y no. No es Los Simpson.


1. La edad de plata de los dibujos animados.

Antes de revelar de qué serie se trata (aunque seguro que ya habéis hecho scroll y lo habéis leído), hagamos un poco de historia.

Años 80. Warner Bros y Walt Disney Pictures, las dos grandes en cuanto a dibujos animados se refiere, han perdido la gloria de antaño: lejos quedan los tiempos de Tex Avery y Chuck Jones en la primera, y de la magia y el encanto en la segunda. Los dibujos animados estaban de capa caída. Pero a finales de la década, más concretamente en 1988, Robert Zemeckis (que venía de petarlo con Regreso al futuro) estrenaba ¿Quién engañó a Roger Rabbit?. La película arrasó en taquilla pero, más importante aún, devolvió a los personajes de ambas compañías al imaginario colectivo, reconciliándolos con los padres y descubriéndolos a sus hijos.

Walt Disney iniciaría una gloriosa época que daría lugar a películas como Aladdin, La bella y la bestia o El rey león. Warner Bros, por su parte, se decantaría más por la televisión que por el cine: los Looney Tunes volvían a la carga con Bugs Bunny, el pato Lucas, Piolín y el Coyote (y, además, en los 90 se harían con los derechos de Hanna-Barbera, lo que suponía tener a Los Picapiedra, Scooby Doo, Don Gato o el Oso Yogui en casa).

Pero Steven Spielberg, que había producido la película de Roger Rabbit, quería buscar nuevos talentos. Y vaya si los encontró. Su alianza con Warner Bros daría lugar a la creación de una de las series más rompedoras y, sobre todo, alocadas de los 90: Tiny Toon Adventures.


Si los Looney estaban locos, los Tiny Toon estaban para encerrar y tirar la llave 

A priori, los Tiny Toon eran la versión juvenil de los Looney Tunes. Pero no se debe juzgar un libro por su cubierta, y si bien los personajes mantenían un diseño parecido al de sus homólogos mayores, la personalidad de los pequeños iría evolucionando hasta buscar un estilo propio. Aquí también había porrazos, yunques e inventos de la marca ACME, pero el show pronto se distinguió de los Looney Tunes en su más trabajada faceta: los guiones.

Con Tom Ruegger al frente de un puñado de guionistas fanáticos de la animación clásica, el cine, la televisión, la música, la literatura y los cómics, los Tiny Toon se bañaron en la cultura popular. No sólo en la de su aparente público objetivo, los niños, sino también para los adultos que veían la televisión con ellos. La primera norma de los creadores ya estaba plantada: los dibujos animados deben disfrutarse por todos los públicos (¿hola? ¿alguien ha dicho Pixar?). La segunda norma, una de las máximas para cualquier guionista, también: los personajes tienen una personalidad y deben evolucionar. Buster, Bubs, Plucky y compañían no se conformaban con los golpes y las frases ingeniosas; los personajes tenían una marcada personalidad, estrechaban diferentes niveles de relación unos con otros, tenían facetas ocultas... Incluso había cierta continuidad, no muy marcada, pero sí se intuía lo suficiente.

Tiny Toon Adventures aguantó con el respaldo de crítica y público a lo largo de 98 episodios de sana locura y constante diversión. Steven Spielberg daría paso a una nueva serie de animación, que seguía muchos de los patrones de los Tiny Toon: Animaniacs.


A diferencia de Tiny Toon Adventures, Animaniacs pecaba de ser excesivamente loca e incluso histriónica

Parte del equipo de Tiny Toon Adventures se unió a la nueva creación del Rey Midas de Hollywood. Otra parte se embarcó en un proyecto arriesgado por su tono oscuro y adulto.  


2.  Bruce Timm y Paul Dini.

Bruce Timm se había encargado de los storyboards de muchos capítulos de Tiny Toon Adventures y Paul Dini era uno de esos genios que escribía los guiones. Una vez terminada la serie, fueron a los estudios de Warner Bros y les propusieron un proyecto de show de animación. La Warner Bros no estaba muy convencida por el tono que querían impregnarle a la serie, pero desembolsó el dinero suficiente para producir un piloto. ¿El motivo? El personaje protagonista era conocido por todos los públicos y, además, sus encarnaciones en la gran pantalla a cargo de Tim Burton habían sido un escandaloso taquillazo.

Sí. Estoy hablando de Batman.  

Michael Keaton y Jack Nicholson, Batman y el Joker respectivamente, según Tim Burton

3. Oscuridad, estética noir y un monstruoso murciélago.

En los 60, Adam West popularizó un televisivo Batman alegre y colorido . A finales de los 70, Frank Miller (creador muchos años después de -los ahora populares- 300 y Sin City), tomaría a un personaje secundario y venido a menos de Marvel como era Daredevil y lo sumergiría en un mundo de oscuridad, violencia, drogas, tragedia, caos y muerte. Sí, resultaba que el público que leía cómics era en su mayoría adulto, y no niños como se creía. Ante el éxito, la competencia de Marvel, DC Comics, reclutaría a Miller en los 80 en sus filas para darle una vuelta de tuerca a uno de sus más importantes personajes, Batman. Miller respondería con Batman: Año uno (una revisitación más oscura, psicológica y humana a los orígenes y motivaciones del personaje) y con El regreso del Caballero Oscuro (una historia futurista en la que un retirado Bruce Wayne se ve obligado a retomar la identidad de Batman en un mundo que se va al infierno y que no comprende el papel del justiciero). Junto con Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, las obras de Miller redefinieron el mundo del cómic. Y el éxito del personaje en ambas series llevó a Warner Bros a dar una oportunidad a Tim Burton para que captase ese mundo oscuro y siniestro y lo llevase a la gran pantalla. El resultado fue Batman, en 1989, uno de los éxitos de taquilla más espectaculares de la Historia, y que alcanzaría cotas similares con Batman vuelve, tres años después.

Sin embargo, Warner Bros no creía que un universo como ése fuera el apropiado para un show de dibujos animados. Cuando los directivos vieron el episodio piloto que Dini y Timm llevaron, cambiaron de idea.

'On leather wings', el episodio piloto que lo inició todo

El episodio, una historia bastante sobrenatural para el tipo de guiones que veríamos después, mostraba a Batman luchando contra un científico que se convertía en murciélago. Pero también mostraba un guión trabajado, en el que Batman investigaba, sacaba conclusiones, se saltaba la ley si era necesario. Y ya daba cuenta del marcado estilo visual del programa: oscuro. Precioso y oscuro. Aspecto de años 50. Tono noir.

Warner Bros dio luz verde al proyecto. Y sí, aquí es cuando por fin hablo de las virtudes de los guiones.


4. Los niños no son tontos. Y los personajes no son simples.

Más que una imágen, todo un icono. ¿El mejor opening animado de la Historia?

Por encima de todo, cabe destacar el profundo respeto que ciertos animadores guardan para con los niños que ven sus series. Lejos de querer dar el coñazo con los típicos mensajes de amistad, compartir con el prójimo y el amor, existen creadores que lo único que quieren es que los críos se lo pasen bien y amen y recuerden la serie. Así lo hacían Chuck Jones o Friz Freleng con los Looney Tunes y así lo hicieron Bruce Timm y Paul Dini con Batman: la serie de animación. Los niños no son tontos, y las dosis de ética o moralidad de los dibujos animados tienen un límite. Y hay padres que también tienen que sufrir esos discursos baratos.

Lo que hizo único el show de Batman fue la capacidad de aunar lo que gustase a ambos segmentos de la audiencia. Por una parte, había persecuciones, acción, explosiones, acrobacias, villanos molones y un héroe carismático para los niños. Pero también había historias trabajadas, capacidad de sorprender, nuevas formas de contar las historias de siempre... y unos personajes tridimensionales y muy bien construidos.


Si hay algo que siempre ha destacado en Batman es la psicología del personaje. A diferencia de otros superhéroes, Bruce Wayne es más Batman que Bruce Wayne. Su verdadera personalidad se revela con la capa y la máscara, no con la corbata ni rodeado de mujeres y lujos. La serie de animación cuenta con esto desde el primer capítulo. El ejemplo más inmediato lo encontramos en la voz de Bruce Wayne: el protagonista sólo cambia su voz cuando debe cumplir su papel de playboy multimillonario, su verdadera voz suena a solas con Alfred o cuando lleva puesto el traje de justiciero. Esto sólo se aprecia en la versión original, donde el gran actor Kevin Conroy cambia el tono de su voz (en la versión doblada, siempre era la misma). También los fantasmas de su pasado, la muerte de sus padres, atormentan al personaje, que se pregunta constantemente si está haciendo lo correcto.


Pero lejos de detenerse en su estrella, los creadores de la serie vieron el potencial dramático de todos y cada uno de los villanos clásicos. Los malos no se dedican únicamente a sembrar el caos e intentar acabar con Batman. Por primera (y casi única) vez en una serie de animación en horario infantil, los villanos, al igual que el propio Batman, tenían sus propios fantasmas. No eran simples criminales, eran personas con sus sentimientos y motivaciones, atormentados por sus acciones o los traumas provocados por otros actores en la historia de su vida.

La amplia galería de villanos. Tan trastornados como el propio héroe.

 Esta importancia concedida a los villanos daba lugar a que en muchos capítulos no hiciera falta la presencia del hombre murciélago, o que fuera meramente testimonial. De este modo, podíamos profundizar en las heridas sin cicatrizar que los llevaron a pasarse al mundo del crímen. La mayoría de las veces, los villanos se movían por impulsos parecidos a los de Bruce Wayne, lo que planteaba una interesante cuestión: ¿hasta qué punto se diferencia Batman de sus enemigos? ¿Cuánto queda para que se accione el resorte que lleve a Bruce Wayne a cruzar la línea?

Uno de los ejemplos preferidos de los fans es el del Doctor Freeze. Un villano casi ridículo con su pistola para congelar a la gente, se convirtió en la serie en una figura trágica, casi shakesperiana, que basa sus acciones criminales en la pérdida de la mujer que ama, provocando que el personaje, lejos de ganarse el odio del público, pasase a ser uno de los más queridos. Y algo muy parecido ocurre con Dos Caras, el eterno Harvey Dent empeñado en limpiar la ciudad de Gotham de maleantes, que cae presa de la ineficacia de la justicia y, con el rostro ya desfigurado, decide corromperla para que otros no sufran el mismo desengaño. ¿Y qué hay de Catwoman, la eterna enamorada del hombre murciélago que es incapaz de dejar de robar, por mucho que lo intente? Y por si esto no fuera suficiente, echadle un vistazo al capítulo "House & Garden", donde Posion Ivy trata de alejarse de su pasado como asesina y formar una familia...

La pérdida de seres queridos te convierte en héroe o villano. Pero el motivo es el mismo.

Mención aparte merece el popular Joker (cuya voz pertenecía a Mark "Luke Skywalker" Hammill), el villano más desquiciado, complejo, cruel... y divertido. Para el Joker, lo importante no es destruir Gotham o asesinar a Batman, sino el placer y el disfrute de hacerlo. Los planes del Joker eran un auténtico quebradero de cabeza para los guionistas, que se veían obligados a trazar ideas cada vez más locas. Ejemplo de brillantez es el capítulo "Mad Love", donde el Joker quiere que unas pirañas sonrían mientras comen al héroe vivo, pero no consigue que los animales cambien su expresión. La solución la aporta Harley Quinn (amante de la que abusa violenta y psicológicamente durante toda la serie, algo escandoloso hoy en día), colgando a Batman boca abajo, de forma que desde esa perspectiva parezca que las pirañas sonríen. Brillante.


Y si los personajes estaban trazados de forma maestra, las historias no son para menos. El descenso a los infiernos en "Two-Face", el retrato de la inocencia en "I've got Batman in my basement", la trágica preciosidad de "Heart of ice", la comedia en "The man who killed Batman", el punto de vista criminal en "Almost got'im", el drama de "Robin's reckoning", el policíaco "A bullet for Bullock"... o mi favorito: el lynchiano "Perchance to dream", una obra maestra de la animación en particular y de la televisión en general.

La locura onírica y lynchiana, reflejo de la inestabilidad del protagonista y de sus anhelos más profundos.

La serie dio lugar a un nuevo modelo de animación, uno en el que los niños eran tratados como adultos, y donde se sobreentendía que serían capaces de entender la complejidad de muchas de las historias y apreciar los diferentes matices de cada uno de los personajes.


La culminación de todo ello daría lugar, a mitad de la serie, a la película de animación Batman: la máscara del fantasma, donde Bruce Wayne se enfrentaba a un nuevo villano... y a su propio y traumático pasado. Una obra maestra que puede mirar de tú a tú a las películas de Christopher Nolan, que por otra parte bebió bastante tanto de la serie como de la mencionada película.

Cuando decidieron que lo habían contado todo sobre el personaje, y una vez crearon escuela, Bruce Timm y Paul Dini se embarcaron en Batman Beyond, una visión futurista donde el personaje ya no era Bruce Wayne, sino un joven adolescente con los problemas típicos de su edad. Lejos de parecer una forma de seguir explotando la gallina de los huevos de oro, lo cierto es que la serie también tenía unos guiones muy trabajados y, aunque perdía la frescura de la original, aportaba un interesante enfoque al personaje.


5. El legado.

Si bien es cierto que ninguna otra serie en horario infantil se atrevió a alcanzar las cotas de calidad o exigencia para el espectador como Batman, sí que se popularizó la creencia en trabajar unos guiones basados en la calidad de las historias y la caracterización de los personajes en el mundo de la animación.

La propia Warner Bros intentaría crear un nuevo modelo de animación bajo el lema "Cartoon, Cartoon!" para su canal Cartoon Network, dando lugar a la creación de historias frescas, frenéticas, originales y divertidas, como Las Supernenas o Johnny Bravo, que si bien tenían una marca más infantil, eran lo suficientemente atractivas para los adultos, sobre todo dada su tendencia a la acción y a cargarse cualquier tipo de insufrible discurso moralista.

Actualmente parece volverse a ese modelo, con series como Historias corrientes y Hora de aventuras, donde los personajes son unos cafres sin remedio que viven aventuras cuyo único propósito es el de divertir, obviando cualquier tipo de acciones responsables o éticamente aceptables.

Porque los dibujos animados no tienen que ser unos tíos vestidos de colores chillones diciéndote que no molestes a las flores por ser seres vivos. Los dibujos animados tienen que ser personajes que se tiren yunques a la cabeza, que vivan aventuras, que hagan el loco... o que tengan traumas lo suficientemente complejos como para dar lugar a historias inolvidables y muy trabajadas, que con 23 años te gusten tanto o más que cuando teníais 6.


Para terminar, el tema principal de la serie, versión "épica, con coros, que vais a flipar", a cargo de Shirley Walker

domingo, 3 de marzo de 2013

Ataque guionetti al Notodofilmfest (y 2)

Pues se acabó. El tiempo para presentar cortos al notodofilmfest ha terminado.

La producción ha sido bastante fructífera, y nuevamente se ha conseguido meter cortos entre los más vistos, y en mi opinión  tenemos claros favoritos a meterse en las finales.

Aquí tenéis la segunda hornada, os pedimos encarecidamente que si os gustan nos retwiteéis, nos facebookeéis, y  no me enrollo más, que lo importante son los cortos:

Llámame puta,  y Lengua Española de Miguel Mogar.

Cómo dejar a tu pareja, de Iker Sesma

La gallina manda,  de Héctor Beltrán, Alberto Pérez  y Beatriz Esos.

Vampiro on fire, de Andreia Conde, Lechero Fett y Sandra López.

Efectos de una crisis, de Luis Jaraquemada.

Paralelos, de Sergio Granda


miércoles, 13 de febrero de 2013

Romanticismo de verdad


Vengo a hablaros del romanticismo, del de verdad. Olvidad los corazones, los te quieros y los ramos de rosas. Olvidadlo todo. El romanticismo es otra cosa. Y el amor también.

¿Alguna vez os han susurrado las ganas que tienen de verte a solas cuando estabais en una biblioteca? O... ¿os han hecho salir de casa a las tres de la mañana cuando ya estabais metidos en la cama? Y lo habéis hecho con ganas, y no os invitaban a una cena, os invitaban a pasar frío y, a lo mejor - nadie lo aseguraba -, a un beso o dos. Y no era San Valentín, ¿verdad?

El romanticismo es saber que no necesitas para nada una cena, un ramo de rosas o un te quiero para saber que te quieren. Ser romántico es hacer todas esas cosas que siempre has dicho que nunca harías. Incluso ser romántico es beberte un zumo de naranja cuando lo aborreces sólo porque te lo ha servido él o ella. 

Hay muchas formas de tener un amor de película sin protagonizar ninguna. Hay muchas formas de hacer regalos sin hablar de materialismo. Hay muchas formas de decir te quiero, sin decirlo. Hay muchos días para decir te quiero, sin decirlo. Pero eso sí, si no entendéis absolutamente nada de lo que he dicho quedaos con vuestro 14 de Febrero, vuestros ramos de rosas y vuestros te quieros, regalad peluches y chocolate, salid a cenar. Yo me quedo con mis bombones que, por cierto, los como casi todos los días y los compro yo, no espero a que me los regalen.

lunes, 11 de febrero de 2013

Piratas del Lejano Oeste

Escribo estas palabras espoleado por dos visionados recientes: un tráiler (y no me refiero a un camión muy largo) y una película.

El tráiler apareció cual pokemon salvaje en la hierba alta de Youtube. La película, en cambio, fue una decisión consciente de mi 'yo' del pasado reciente. Una decisión inducida por el tráiler y a la que ahora no le encuentro explicación más allá de un cuidadoso lavado de cerebro.

La cuestión es que estas dos experiencias audiovisuales y la nula actividad del blog se han ensamblado para crear este engendro con forma de entrada. Aún no he decidido qué voy a contar exactamente pero sí tengo decididas algunas palabras que quiero incluir. Palabras como pokemon (que ya la he incluido), Japón feudal, blanco sobre negro, dvd original, lámpara de araña y zepelín.

Por otra parte, y a modo de declaración de intenciones, he decidido prescindir de una palabra: Objetividad.

Después de esta pequeña pero necesaria introducción, voy a exponer mi punto de vista sobre lo que vi y las sensaciones que me transmitió (que al fin y al cabo es de lo que se trata).


La primera pieza audiovisual a la que me refería es el tráiler de The Lone Ranger (Gore Verbinski, 2013). Todo iba bien, incluso me interesó (apareció la opción de omitir el anuncio y me resistí), pero de repente, la ventana de reproducción escupió a un indio de circo con la cara pintada y plumas en la cabeza. No puede ser, pensé. No es él. No son ellos. Pero sí. Son ellos. Es él: Jack Sparrow y Johnny Depp, Johnny Depp y Jack Sparrow. El mosquito y la malaria, la uña y la mugre, la cuerda y el ahorcado.

Lo que me prometían los primeros 20 segundos de tráiler, se esfumó cuando apareció el citado indio hablándole a un caballo. No tengo nada en contra de que se explote al hijo de Keith Richards, pero ya no me impresionan sus andanzas aunque se desarrollen en el Lejano Oeste o en el Japón feudal. La cuestión es que tuve la inmediata sensación de que ya había visto la película.

La gota que colmó el vaso de la desilusión fue la aparición blanco sobre negro de los nombres del director y del productor: Gore Verbinski y Jerry Bruckheimer. Y por si no quedaban claras las referencias, el tráiler se encarga de informarte de que son el mismo equipo que te trajo Piratas del Caribe. Bien jugado Disney, BIEN JUGADO.

Después del tráiler, un pequeño Jack Sparrow se me subió a la oreja y me comentó la posibilidad de ver Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides (Rob Marshall, 2011). Claro, ¿por qué no? La tercera ya se había ido un poco de madre, pero bueno, 137 minutos de aventuras y peripecias increíbles no me iban a enfermar. Además, para criticar hay que ver, me comentó Jack mientras introducía el dvd original en mi ordenador y me acercaba un vaso de leche con galletas (ATENCIÓN: el fragmento anterior puede contener trazas de mentira, y no me refiero a lo de la leche y las galletas).

Tenía que juzgar si el modelo Jack Sparrow estaba acabado o no.


Pues bien, para mí, la película es la peor de la saga y las aventuras de Jack ya no son mejores que las de Teo. Incluso en un momento de flaqueza estuve a punto de quitarla, pero justo apareció Ian McShane (el carismático Al Swearengen en Deadwood) y parecía que se iba a poner interesante. Parecía pero no. No hay fuerza en ningún lado y nada resulta imprevisible. Cuando ves que a Sparrow se le queda un pastel en la lámpara de araña, sabes que antes de que acabe la escena, se lo va a zampar.

Cuando te pones a ver Piratas del Caribe puedes aceptar ciertas cosas que cercenen la verosimilitud, pero nunca perdonas los momentos previsibles, y mucho menos los Deus ex machina. Pues bien, esta película lo tiene todo. Todo lo malo. Todo lo que un profesor de guion te subrayaría en rojo sangre. Sin embargo, la película ha recaudado cuatro veces lo que costó (recaudó mil millones de dólares en todo el mundo), así que es normal que ahora quieran probar suerte con la misma fórmula en el Lejano Oeste.

Estas dos experiencias audiovisuales me llevan a concluir que las sagas y las fórmulas son como zepelines:
Al principio todo el mundo quiere saber lo que es y se maravilla con el artefacto. A medida que pasa el tiempo, a las personas les cuesta más sorprenderse, por lo que cada vez se construyen más grandes y con más extras.

La diferencia entre los zepelines y este tipo de películas de fórmula es que los primeros, cuando se excedían, se incendiaban, reventaban y dejaban cientos de muertos. En cambio, estas películas suelen tener una gran campaña de marketing.

ACLARACIÓN: No digo que la saga de Piratas del Caribe deba ser aniquilada, ni que los guionistas de la última película sean monos con máquinas de escribir o que los productores hayan ofrecido en sacrificio el arte de contar historias al dios del espectáculo banal; simplemente creo que hay veces en las que la promoción y los fuegos artificiales pueden más que una historia con sentido. Y es tan lícito como lo contrario. La vida es así.


Por cierto, hoy empieza Gran Hermano...14.

miércoles, 23 de enero de 2013

Ataque guionetti al Notodofilmfest (1)




Quedan unas pocas semanas para que termine el plazo para presentar cortos al NotodofilmFest, y los miembros del Máster de guión no han querido dejar pasar esta oportunidad para participar en este concurso que lleva ya años siendo referente en España.

De momento son 5 las propuestas hechas desde nuestro grupo. Algunas son pequeñas piezas de artesanía cinematográfica, otras quieren demostrar que cuando se tiene una idea divertida no importan los medios.
Algunos de nuestros cortos han estado varias semanas en el top de los más vistos. Otros llegarán seguro.

Y lo mejor es que hay al menos otras cuatro propuestas en boxes esperando ser montadas y subidas al "Notodo".

Aquí tienes los enlaces de nuestras criaturitas:

Amor en fuga, de Sergio Granda

Damas de honor, de Héctor Beltrán

Quiero ser un Gafapasta, de Luis Jaraquemada

El cambio de los polos, de Rubén González

Quesito verde, de Vicente Bendicho

Dentro de un par de semanas, más...

martes, 18 de diciembre de 2012

GUIONISTAS DESESPERADOS



Para mis 24 psicodélico-rocambolescos compañeros de fatigas guionísticas. FELIZ NAVIDAD


Parecías ya de vuelta de todo, con veintipico años, que es como las cosas se ven con perspectiva. De repente te muerdes la cola otra vez y vuelta a empezar, como si no hubieras aprendido nada.

De tiempos de borracheras infames y de encuentros en la segunda base o en la tercera (como diría Timmy, el niño al que su padre no va a ver a sus partidos de béisbol), de delirios nocturnos que se convierten en marcas de tu cabeza en la pared al día siguiente, de cosas en común nada comunes y de absorciones cual esponja del intelecto de 24 pirados.

Nadando a nuestras anchas en al burbuja que hemos creado, sin límites, antes de enfrentarnos al cruel mundo real de los espíritus malignos que no quieren que formemos parte de su círculo.

Mientras nosotros tengamos el nuestro, hasta junio por lo menos,  disfrutemos. Con el quién quiere qué de quién, porque por ahora amigos nos atrevemos a decirlo, quien sabe si dentro de un año, ya nos tendremos
que morder la lengua ante otros y saborear la sangre helada que un día hirvió por nuestras venas.


viernes, 14 de diciembre de 2012

5 películas para ver en Navidad

¡Ah, la Navidad! Esa maravillosa época del año en la que engordo diez kilos a base de turrón, soporto en las cenas familiares la frasecita "¿y cuándo te vas a echar novia?" y me fumo los propósitos de Año Nuevo a las cinco de la mañana del día 1 de enero. Y como buen friki cinéfilo de costumbres, esa época del año en la que siempre veo las mismas películas, tal vez por su temática ideal para estas fechas, tal vez porque me recuerdan a mí mismo desenvolviendo regalos bajo un árbol cuando era (más) crío, tal vez porque, sencillamente, me encantan. ¿Quién sabe? Bienvenidos al top de 5 películas perfectas para ver en Navidad.

5- Pesadilla antes de Navidad (The Nightmare before Christmas, Henry Selleck, 1995). Cuando era pequeño, esta película me ponía de los nervios. Pero uno va creciendo y va encariñándose con la adaptación del cuento de Tim Burton. Por el diseño de los personajes y los escenarios, las canciones, el terror y la melancolía de cada fotograma... pero sobre todo por ese enorme Jack Skellington que sólo quiere comprender qué es la Navidad y acaba casi destrozándola. Un clásico.



4- Gremlins (Gremlins, Joe Dante, 1984). Paradigma del cine comercial ochentero apadrinado por un Steven Spielberg que nos descubrió grandes talentos en su faceta como productor (Robert Zemeckis, Chris Columbus o el propio Joe Dante). Película divertida y gamberra, cargada de humor negro y con un personaje, Guizmo, que todos quisimos tener como mascota.



3- Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, Tim Buron, 1991). El perfecto cuento gótico de Tim Burton con un magnífico Johnny Depp (tanto por interpretación como por caracterización) en una película tan bizarra como entrañable. Me sigue punzando el estómago cuando veo a Winona Ryder bailar bajo la nieve. Como decían en Fanhunter, de Cels Piñol: "Cuando nieva, me acuerdo de Eduardo Manostijeras y lloro un poco...".



2- La vida de Brian (Life of Brian, Terry Jones, 1978). Cómicos inolvidables, quizás los mejores que ha parido el cine, los Monthy Phyton nos presentan a un contemporáneo de Jesús en una de las películas más divertidas jamás realizadas. Frases memorables y situaciones delirantes para un clásico de la comedia mundial. Si alguien no la ha visto, que no se preocupe; los programadores de televisión firman un contrato para emitirla todos los años si no quieren pasar estas entrañables fechas colgando de un pino.



1- Jungla de cristal (Die Hard, John McTiernan, 1988). Bruce Willis se lía a tiros en un edificio secuestrado por terroristas en Nochebuena. Si hay algo más navideño que esto, no me lo creo. Una montaña rusa de principio a fin que incluye disparos, explosiones, saltos imposibles, personajes carismáticos, frases lapidarias y adornos de Navidad volando por los aires. Una película que hay que ver sí o sí, en estas fechas o en las que sea.