martes, 30 de abril de 2013

El mejor guion jamás escrito para unos dibujos animados

Buscando algo decente que ver en la televisión, mis compañeros de piso y yo nos topamos con una de las series favoritas de nuestra generación: Dragon Ball Z. Sí, la serie que nos maravilló de niños, que nos parecía perfecta, insuperable, imperecedera. Pero ahora ya no lo era tanto. Ahora era monótona, lenta... e incluso ridícula. Cosas de hacerse mayor, concluimos. No tardamos en rememorar cuáles eran las mejores series de la infancia. Cuáles, al igual que con Dragon Ball, nos parecieron obras maestras en su día: Gárgolas, La vuelta al mundo en 80 días, Patoaventuras, Digimon...

Todas ellas maravillosas y únicas. O al menos eso creímos. Y también creímos que nos gustarían para siempre. Pero todos crecemos y pronto dejamos de disfrutar de los dibujos animados que adorábamos de niños. ¿De todos?

No.

Permítanme presentarles una serie de dibujos animados perfecta. Una por la que no pasan los años. Una que los niños adoraban por su iconicidad y ritmo trepidante, una que los adultos amaban por su potencial dramático y profundidad de personajes. Una serie que me he permitido el gustazo de revisitar y que, creánme, he disfutado más con 23 años que cuando tenía 6.

Y no. No es Los Simpson.


1. La edad de plata de los dibujos animados.

Antes de revelar de qué serie se trata (aunque seguro que ya habéis hecho scroll y lo habéis leído), hagamos un poco de historia.

Años 80. Warner Bros y Walt Disney Pictures, las dos grandes en cuanto a dibujos animados se refiere, han perdido la gloria de antaño: lejos quedan los tiempos de Tex Avery y Chuck Jones en la primera, y de la magia y el encanto en la segunda. Los dibujos animados estaban de capa caída. Pero a finales de la década, más concretamente en 1988, Robert Zemeckis (que venía de petarlo con Regreso al futuro) estrenaba ¿Quién engañó a Roger Rabbit?. La película arrasó en taquilla pero, más importante aún, devolvió a los personajes de ambas compañías al imaginario colectivo, reconciliándolos con los padres y descubriéndolos a sus hijos.

Walt Disney iniciaría una gloriosa época que daría lugar a películas como Aladdin, La bella y la bestia o El rey león. Warner Bros, por su parte, se decantaría más por la televisión que por el cine: los Looney Tunes volvían a la carga con Bugs Bunny, el pato Lucas, Piolín y el Coyote (y, además, en los 90 se harían con los derechos de Hanna-Barbera, lo que suponía tener a Los Picapiedra, Scooby Doo, Don Gato o el Oso Yogui en casa).

Pero Steven Spielberg, que había producido la película de Roger Rabbit, quería buscar nuevos talentos. Y vaya si los encontró. Su alianza con Warner Bros daría lugar a la creación de una de las series más rompedoras y, sobre todo, alocadas de los 90: Tiny Toon Adventures.


Si los Looney estaban locos, los Tiny Toon estaban para encerrar y tirar la llave 

A priori, los Tiny Toon eran la versión juvenil de los Looney Tunes. Pero no se debe juzgar un libro por su cubierta, y si bien los personajes mantenían un diseño parecido al de sus homólogos mayores, la personalidad de los pequeños iría evolucionando hasta buscar un estilo propio. Aquí también había porrazos, yunques e inventos de la marca ACME, pero el show pronto se distinguió de los Looney Tunes en su más trabajada faceta: los guiones.

Con Tom Ruegger al frente de un puñado de guionistas fanáticos de la animación clásica, el cine, la televisión, la música, la literatura y los cómics, los Tiny Toon se bañaron en la cultura popular. No sólo en la de su aparente público objetivo, los niños, sino también para los adultos que veían la televisión con ellos. La primera norma de los creadores ya estaba plantada: los dibujos animados deben disfrutarse por todos los públicos (¿hola? ¿alguien ha dicho Pixar?). La segunda norma, una de las máximas para cualquier guionista, también: los personajes tienen una personalidad y deben evolucionar. Buster, Bubs, Plucky y compañían no se conformaban con los golpes y las frases ingeniosas; los personajes tenían una marcada personalidad, estrechaban diferentes niveles de relación unos con otros, tenían facetas ocultas... Incluso había cierta continuidad, no muy marcada, pero sí se intuía lo suficiente.

Tiny Toon Adventures aguantó con el respaldo de crítica y público a lo largo de 98 episodios de sana locura y constante diversión. Steven Spielberg daría paso a una nueva serie de animación, que seguía muchos de los patrones de los Tiny Toon: Animaniacs.


A diferencia de Tiny Toon Adventures, Animaniacs pecaba de ser excesivamente loca e incluso histriónica

Parte del equipo de Tiny Toon Adventures se unió a la nueva creación del Rey Midas de Hollywood. Otra parte se embarcó en un proyecto arriesgado por su tono oscuro y adulto.  


2.  Bruce Timm y Paul Dini.

Bruce Timm se había encargado de los storyboards de muchos capítulos de Tiny Toon Adventures y Paul Dini era uno de esos genios que escribía los guiones. Una vez terminada la serie, fueron a los estudios de Warner Bros y les propusieron un proyecto de show de animación. La Warner Bros no estaba muy convencida por el tono que querían impregnarle a la serie, pero desembolsó el dinero suficiente para producir un piloto. ¿El motivo? El personaje protagonista era conocido por todos los públicos y, además, sus encarnaciones en la gran pantalla a cargo de Tim Burton habían sido un escandaloso taquillazo.

Sí. Estoy hablando de Batman.  

Michael Keaton y Jack Nicholson, Batman y el Joker respectivamente, según Tim Burton

3. Oscuridad, estética noir y un monstruoso murciélago.

En los 60, Adam West popularizó un televisivo Batman alegre y colorido . A finales de los 70, Frank Miller (creador muchos años después de -los ahora populares- 300 y Sin City), tomaría a un personaje secundario y venido a menos de Marvel como era Daredevil y lo sumergiría en un mundo de oscuridad, violencia, drogas, tragedia, caos y muerte. Sí, resultaba que el público que leía cómics era en su mayoría adulto, y no niños como se creía. Ante el éxito, la competencia de Marvel, DC Comics, reclutaría a Miller en los 80 en sus filas para darle una vuelta de tuerca a uno de sus más importantes personajes, Batman. Miller respondería con Batman: Año uno (una revisitación más oscura, psicológica y humana a los orígenes y motivaciones del personaje) y con El regreso del Caballero Oscuro (una historia futurista en la que un retirado Bruce Wayne se ve obligado a retomar la identidad de Batman en un mundo que se va al infierno y que no comprende el papel del justiciero). Junto con Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, las obras de Miller redefinieron el mundo del cómic. Y el éxito del personaje en ambas series llevó a Warner Bros a dar una oportunidad a Tim Burton para que captase ese mundo oscuro y siniestro y lo llevase a la gran pantalla. El resultado fue Batman, en 1989, uno de los éxitos de taquilla más espectaculares de la Historia, y que alcanzaría cotas similares con Batman vuelve, tres años después.

Sin embargo, Warner Bros no creía que un universo como ése fuera el apropiado para un show de dibujos animados. Cuando los directivos vieron el episodio piloto que Dini y Timm llevaron, cambiaron de idea.

'On leather wings', el episodio piloto que lo inició todo

El episodio, una historia bastante sobrenatural para el tipo de guiones que veríamos después, mostraba a Batman luchando contra un científico que se convertía en murciélago. Pero también mostraba un guión trabajado, en el que Batman investigaba, sacaba conclusiones, se saltaba la ley si era necesario. Y ya daba cuenta del marcado estilo visual del programa: oscuro. Precioso y oscuro. Aspecto de años 50. Tono noir.

Warner Bros dio luz verde al proyecto. Y sí, aquí es cuando por fin hablo de las virtudes de los guiones.


4. Los niños no son tontos. Y los personajes no son simples.

Más que una imágen, todo un icono. ¿El mejor opening animado de la Historia?

Por encima de todo, cabe destacar el profundo respeto que ciertos animadores guardan para con los niños que ven sus series. Lejos de querer dar el coñazo con los típicos mensajes de amistad, compartir con el prójimo y el amor, existen creadores que lo único que quieren es que los críos se lo pasen bien y amen y recuerden la serie. Así lo hacían Chuck Jones o Friz Freleng con los Looney Tunes y así lo hicieron Bruce Timm y Paul Dini con Batman: la serie de animación. Los niños no son tontos, y las dosis de ética o moralidad de los dibujos animados tienen un límite. Y hay padres que también tienen que sufrir esos discursos baratos.

Lo que hizo único el show de Batman fue la capacidad de aunar lo que gustase a ambos segmentos de la audiencia. Por una parte, había persecuciones, acción, explosiones, acrobacias, villanos molones y un héroe carismático para los niños. Pero también había historias trabajadas, capacidad de sorprender, nuevas formas de contar las historias de siempre... y unos personajes tridimensionales y muy bien construidos.


Si hay algo que siempre ha destacado en Batman es la psicología del personaje. A diferencia de otros superhéroes, Bruce Wayne es más Batman que Bruce Wayne. Su verdadera personalidad se revela con la capa y la máscara, no con la corbata ni rodeado de mujeres y lujos. La serie de animación cuenta con esto desde el primer capítulo. El ejemplo más inmediato lo encontramos en la voz de Bruce Wayne: el protagonista sólo cambia su voz cuando debe cumplir su papel de playboy multimillonario, su verdadera voz suena a solas con Alfred o cuando lleva puesto el traje de justiciero. Esto sólo se aprecia en la versión original, donde el gran actor Kevin Conroy cambia el tono de su voz (en la versión doblada, siempre era la misma). También los fantasmas de su pasado, la muerte de sus padres, atormentan al personaje, que se pregunta constantemente si está haciendo lo correcto.


Pero lejos de detenerse en su estrella, los creadores de la serie vieron el potencial dramático de todos y cada uno de los villanos clásicos. Los malos no se dedican únicamente a sembrar el caos e intentar acabar con Batman. Por primera (y casi única) vez en una serie de animación en horario infantil, los villanos, al igual que el propio Batman, tenían sus propios fantasmas. No eran simples criminales, eran personas con sus sentimientos y motivaciones, atormentados por sus acciones o los traumas provocados por otros actores en la historia de su vida.

La amplia galería de villanos. Tan trastornados como el propio héroe.

 Esta importancia concedida a los villanos daba lugar a que en muchos capítulos no hiciera falta la presencia del hombre murciélago, o que fuera meramente testimonial. De este modo, podíamos profundizar en las heridas sin cicatrizar que los llevaron a pasarse al mundo del crímen. La mayoría de las veces, los villanos se movían por impulsos parecidos a los de Bruce Wayne, lo que planteaba una interesante cuestión: ¿hasta qué punto se diferencia Batman de sus enemigos? ¿Cuánto queda para que se accione el resorte que lleve a Bruce Wayne a cruzar la línea?

Uno de los ejemplos preferidos de los fans es el del Doctor Freeze. Un villano casi ridículo con su pistola para congelar a la gente, se convirtió en la serie en una figura trágica, casi shakesperiana, que basa sus acciones criminales en la pérdida de la mujer que ama, provocando que el personaje, lejos de ganarse el odio del público, pasase a ser uno de los más queridos. Y algo muy parecido ocurre con Dos Caras, el eterno Harvey Dent empeñado en limpiar la ciudad de Gotham de maleantes, que cae presa de la ineficacia de la justicia y, con el rostro ya desfigurado, decide corromperla para que otros no sufran el mismo desengaño. ¿Y qué hay de Catwoman, la eterna enamorada del hombre murciélago que es incapaz de dejar de robar, por mucho que lo intente? Y por si esto no fuera suficiente, echadle un vistazo al capítulo "House & Garden", donde Posion Ivy trata de alejarse de su pasado como asesina y formar una familia...

La pérdida de seres queridos te convierte en héroe o villano. Pero el motivo es el mismo.

Mención aparte merece el popular Joker (cuya voz pertenecía a Mark "Luke Skywalker" Hammill), el villano más desquiciado, complejo, cruel... y divertido. Para el Joker, lo importante no es destruir Gotham o asesinar a Batman, sino el placer y el disfrute de hacerlo. Los planes del Joker eran un auténtico quebradero de cabeza para los guionistas, que se veían obligados a trazar ideas cada vez más locas. Ejemplo de brillantez es el capítulo "Mad Love", donde el Joker quiere que unas pirañas sonrían mientras comen al héroe vivo, pero no consigue que los animales cambien su expresión. La solución la aporta Harley Quinn (amante de la que abusa violenta y psicológicamente durante toda la serie, algo escandoloso hoy en día), colgando a Batman boca abajo, de forma que desde esa perspectiva parezca que las pirañas sonríen. Brillante.


Y si los personajes estaban trazados de forma maestra, las historias no son para menos. El descenso a los infiernos en "Two-Face", el retrato de la inocencia en "I've got Batman in my basement", la trágica preciosidad de "Heart of ice", la comedia en "The man who killed Batman", el punto de vista criminal en "Almost got'im", el drama de "Robin's reckoning", el policíaco "A bullet for Bullock"... o mi favorito: el lynchiano "Perchance to dream", una obra maestra de la animación en particular y de la televisión en general.

La locura onírica y lynchiana, reflejo de la inestabilidad del protagonista y de sus anhelos más profundos.

La serie dio lugar a un nuevo modelo de animación, uno en el que los niños eran tratados como adultos, y donde se sobreentendía que serían capaces de entender la complejidad de muchas de las historias y apreciar los diferentes matices de cada uno de los personajes.


La culminación de todo ello daría lugar, a mitad de la serie, a la película de animación Batman: la máscara del fantasma, donde Bruce Wayne se enfrentaba a un nuevo villano... y a su propio y traumático pasado. Una obra maestra que puede mirar de tú a tú a las películas de Christopher Nolan, que por otra parte bebió bastante tanto de la serie como de la mencionada película.

Cuando decidieron que lo habían contado todo sobre el personaje, y una vez crearon escuela, Bruce Timm y Paul Dini se embarcaron en Batman Beyond, una visión futurista donde el personaje ya no era Bruce Wayne, sino un joven adolescente con los problemas típicos de su edad. Lejos de parecer una forma de seguir explotando la gallina de los huevos de oro, lo cierto es que la serie también tenía unos guiones muy trabajados y, aunque perdía la frescura de la original, aportaba un interesante enfoque al personaje.


5. El legado.

Si bien es cierto que ninguna otra serie en horario infantil se atrevió a alcanzar las cotas de calidad o exigencia para el espectador como Batman, sí que se popularizó la creencia en trabajar unos guiones basados en la calidad de las historias y la caracterización de los personajes en el mundo de la animación.

La propia Warner Bros intentaría crear un nuevo modelo de animación bajo el lema "Cartoon, Cartoon!" para su canal Cartoon Network, dando lugar a la creación de historias frescas, frenéticas, originales y divertidas, como Las Supernenas o Johnny Bravo, que si bien tenían una marca más infantil, eran lo suficientemente atractivas para los adultos, sobre todo dada su tendencia a la acción y a cargarse cualquier tipo de insufrible discurso moralista.

Actualmente parece volverse a ese modelo, con series como Historias corrientes y Hora de aventuras, donde los personajes son unos cafres sin remedio que viven aventuras cuyo único propósito es el de divertir, obviando cualquier tipo de acciones responsables o éticamente aceptables.

Porque los dibujos animados no tienen que ser unos tíos vestidos de colores chillones diciéndote que no molestes a las flores por ser seres vivos. Los dibujos animados tienen que ser personajes que se tiren yunques a la cabeza, que vivan aventuras, que hagan el loco... o que tengan traumas lo suficientemente complejos como para dar lugar a historias inolvidables y muy trabajadas, que con 23 años te gusten tanto o más que cuando teníais 6.


Para terminar, el tema principal de la serie, versión "épica, con coros, que vais a flipar", a cargo de Shirley Walker

2 comentarios: